Cuando tienes que pasarte 8 horas diarias en la oficina, uno puede pensar que llevarse bien con sus compañeros es algo bueno.
Sin duda lo es, es mejor poder echarse unas risas y comentar ciertas anécdotas que tener que estar de morros todo el día. Sin embargo, ese tipo de relación puede hacer, que a la larga, los problemas sean más graves que el segundo de los supuestos.
Cuándo todo va bien, todo el mundo está encantado de haberse conocido, trabajar es maravilloso, y uno casi espera llegar a trabajar para contarle al de la mesa contigua lo que hizo la tarde anterior. Pero cuándo se confrontan diferentes maneras de ver el trabajo, diferentes formas de organización o simplemente, diferentes formas de actitud, resulta más complicado dejar las cosas claras; y lo que simplemente son discrepancias profesionales se llevan al terreno personal y se generan tensiones inútiles.
Por esto, y por otras muchas razones, pese a los beneficios del trabajo en grupo, siempre he creído que la existencia de un líder, oficial u oficioso, es más que necesario para las cosas funcionen.
miércoles, 17 de junio de 2009
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2 comentarios:
en cuanto a las experiencias oficinescas me remito a Michael Scott y toda la sabiduría expuesta en The Office
Abrazo!
interesante... estaba buscando alguna serie que empezar a bajarme, me la apunto, que hace tiempo que oigo hablar de ella... asias!!
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