Había un hombre que vivía junto al río; un día oyó un parte en la radio que decía que el río crecería, que inundaría el pueblo y que todos los habitantes debían abandonar sus casas. Pero el hombre dijo: “Soy creyente, Dios me ama, rezaré, y Dios me salvará”.
Las aguas crecieron, pasó un tipo en una barca y le dijo: “eh tú, el pueblo se ha inundado, deja que te ponga a salvo” y el hombre gritó: “Soy creyente, Dios me ama, rezaré, y Dios me salvará”
Un helicóptero le sobrevoló y un tipo con un megáfono le dijo: “eh tú, el de ahí abajo, el pueblo está inundado, deja que te tire esta escalera y te salvaré”. Pero el hombre le dijo: “Soy creyente, Dios me ama, rezaré, y Dios me salvará”
Al final, el hombre se ahogó. Y ante las puertas de San Pedro, pidió una audiencia con Dios. Le dijo: “Señor, soy creyente, rezo, creía que me amaba, ¿por qué ha pasado esto?”. Y Dios le dijo: “te envié un parte meteorológico, un hombre en un bote y un helicóptero, ¿qué diablos estás haciendo aquí?”
El Ala Oeste de la Casablanca 1x14
Es curioso, ayer viendo este capítulo, esta especie de historia (que no chiste) me impactó. No tanto desde el punto de vista religioso, si no más bien en lo que se refiere al tema de las 'señales'.
A veces, ante una decisión difícil esperamos algún tipo de señal que nos indique el mejor camino, pero claro, esperamos una señal en concreto; y por desgracia, eso no siempre sucede. La verdad es que intentamos que 'otros' tomen las decisiones por nosotros, ya que siempre resulta mucho más fácil culpar a alguien que no sea nosotros mismos de habernos equivocado.
Siempre resulta más difícil analizarse a uno mismo, sus verdaderos deseos y miedos, que tomar una decisión basándonos en si el viento sopla del este o del oeste.
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