4. Poder a través del orgullo.
Las cosas fuera de control.
El jueves empecé a dirigir mi Experimento hacia su etapa final. Estaba cansado y preocupado. Muchos alumnos habían sobrepasado los límites, llegando a convertirse la Tercera Ola en el centro de sus vidas. Yo mismo estaba en una condición bastante precaria, actuando instintivamente como un dictador, pero, con benevolencia, me convencía a mí mismo de los beneficios de esta experiencia. Ya en este cuarto día estaba empezando a olvidar mis propios argumentos. Mientras más tiempo dedicaba a jugar mi papel, menos tiempo tenía para recordar el origen y las razones del Experimento. Me sorprendí a mí mismo desempeñando un papel aunque no fuese necesario y me pregunto si esto no le sucede a mucha gente: Nos auto-asignamos roles determinados y después hacemos todo lo posible por hacer creer que realmente somos lo que aparentamos. Luego, esa imagen es la única identidad nuestra que la gente acepta. En esa forma, llegamos a convertirnos en una imagen. El problema con la situación y el rol que me había creado fue no haber tenido tiempo para pensar hacia dónde me estaba llevando. Los acontecimientos se entrechocaban a mí alrededor y yo temía por mis alumnos, que hacían cosas que lamentarían más tarde. Temía también por mí mismo.
Una vez más me encontré pensando en concluir el Experimento o hacerlo caer por su propio peso, pero ambos caminos eran impracticables, pues si paraba el Experimento, un gran número de alumnos quedaría abandonado; Se habían comprometido profundamente con este nuevo comportamiento, se habían expuesto emocional y psicológicamente. Si yo los regresaba bruscamente a la realidad, tendría que vérmelas con un grupo muy confundido, por el resto del año. Habría sido muy doloroso y degradante, para Roberto y los alumnos como él, hacerlos volver a sus puestos y decirles que sólo habla sido un juego; los alumnos más brillantes también habrían quedado en ridículo. Yo no podía dejar que los Robertos perdieran otra vez.
La otra opción, la de dejar caer el Experimento por su propio peso, también estaba fuera de las posibilidades. Las cosas estaban ya fuera de control.
La gota final.
El miércoles, al atardecer, alguien había irrumpido en la sala, registrándolo todo. Más tarde supe que se trataba del padre de uno de mis alumnos, un coronel de la Fuerza Aérea que había estado un tiempo prisionero en un campo de concentración alemán. Al saber acerca de nuestras actividades, simplemente perdió el control de sus actos y, tarde en la noche, entró en la sala haciéndola pedazos. A la mañana siguiente lo encontré recargado contra la puerta. Me habló de sus amigos asesinados en Alemania, mientras me agarraba, temblando, y, con palabras entrecortadas, me rogó que lo entendiera y ayudara a regresar a su casa. Llamé a su esposa y, con la ayuda de un vecino, lo llevé a su casa. Durante horas hablamos sobre lo que él sentía y hacía. Desde ese momento, en la mañana del jueves, estaba más preocupado aún con lo que estaba ocurriendo en el colegio. Nuestra actividad estaba afectando a la facultad y a otros estudiantes. La Tercera Ola estaba interfiriendo la enseñanza, ya que algunos estudiantes faltaban a otras clases para participar con nosotros. La dirección interrogaba a los alumnos acerca de sus actividades. Se ponía en funcionamiento una verdadera Gestapo.
Preparando el final.
Al enfrentarme al Experimento y ver cómo parecía estallar éste en todas direcciones, decidí usar una vieja estrategia de básquetbol: cuando un jugador lucha contra todos sus adversarios, lo mejor es intentar el elemento sorpresa. Y eso fue lo que hice.
Ya el jueves el curso había aumentado a ochenta personas. Lo único que les permitía a todos caber en la sala era la disciplina impuesta, que consistía en sentarse en silencio, en la posición de atención. Había una calma extraña en una pieza llena de gente sentada en silencio y observando con expectación. Eso me ayudaba a acercarme a ellos según lo planeado. En ese momento les dije solemnemente: "El orgullo es mucho más que saludos y banderas. Es algo que nadie puede quitarles. Es saber que tú, o tú, eres el mejor y no puedes ser destruido".
En el clímax de la reunión, cambié abruptamente el tono de voz, bajándola, para anunciar la verdadera razón de ser de la Tercera Ola y, de una manera lenta y metódica, les expliqué qué había detrás de la Tercera Ola, "La Tercera Ola no es sólo un experimento o una actividad escolar, es mucho más importante que eso. La Tercera Ola es un programa organizado a través de todo el país para buscar alumnos que quieran luchar por obtener cambios políticos. Es verdad. Esta actividad que hemos estado realizando ha sido una práctica para lo que luego va a ser una realidad. A través del país, profesores como yo, han estado instruyendo y entrenando una joven brigada, capaz de mostrar a toda la nación una mejor y nueva sociedad, mediante la Disciplina, la Comunidad, el Orgullo y la Acción. Si cambiamos la forma en que se maneja esta escuela, podremos cambiar la forma en que se manejan las fábricas, las tiendas, las universidades, y todo tipo de instituciones. Uds. son un grupo selecto de gente joven, elegidos para colaborar en esta causa. Si Uds. se levantan y muestran lo que han aprendido en estos últimos cuatro días, podremos cambiar el destino de esta nación. Podremos darle un nuevo sentido del orden de la comunidad, del orgullo y de la acción: una nueva tarea. Todo se apoya y descansa en Uds. y sus deseos por ocupar un lugar".
Para dar validez y seriedad a mis palabras, miré a las tres mujeres del curso, que yo sabía habían dudado de la Tercera Ola, y les ordené que abandonaran la sala. Expliqué por qué lo había hecho y luego designé a cuatro guardias que las escoltarían a la biblioteca e impedirían que entraran a la sala el viernes. Luego, con gran dramatismo, informé al grupo acerca de una concentración especial que se llevaría a cabo el día siguiente. Esta sería una concentración solamente para los miembros de la Tercera Ola.
Era un juego macabro. Yo seguía hablando, con miedo de que, si me detenía, alguien pudiera reírse o hacerme alguna pregunta, con lo que toda la gran escena se disolvería y sería el caos. Expliqué cómo el viernes, a mediodía, un candidato nacional a la presidencia anunciaría la formación de un programa juvenil de la Tercera Ola. Simultáneamente a este anuncio, más de mil grupos de jóvenes de todas partes del país harían demostraciones de apoyo a este movimiento y les revelé que ellos eran los seleccionados para representar esta área. También les encargué hacer una buena presentación porque la prensa habla sido invitada a grabar este acontecimiento.
Nadie se rió. No hubo ni un murmullo de resistencia, por el contrario, sus rostros se iluminaron ponla excitación y preguntaron: "¿Usaremos camisas blancas? ¿Podremos traer amigos? Señor Jones, ¿ese anuncio lo vio en la revista 'Timé'?"
El detalle de la revista sucedió accidentalmente: era una página entera, a todo color, haciendo propaganda a unos productos madereros. El publicista identificó su producto como la "Tercera Ola". La propaganda rezaba, en grandes letras azules, rojas y blancas: "Viene la Tercera Ola". Los alumnos preguntaron: "¿Es esto parte de la campaña, señor Jones? ¿Es una clave, o algo así?" "Si, les dije, escuchen bien. Está todo listo para mañana. Deben acudir todos al auditorio pequeño, a las 11:50 horas, sentarse y estar listos para mostrar la Disciplina, Comunidad y Orgullo que han aprendido. No deben hablar a nadie acerca de esto. Esta concentración es solamente para miembros".
domingo, 30 de noviembre de 2008
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