jueves, 27 de noviembre de 2008

'la ola'

Mañana se estrena "La ola", "Die Welle" en su alemán original. He de reconocer que no conocía la existencia de esta película hasta entrado este mes, pero desde que oí hablar de ella me ha interesado bastante, así que si mi apretado horario me lo permite no tardaré demasiado en ir a verla. Aquí dejo un breve resumencillo de la mano de Filmaffinity:

"En otoño de 1967 Ron Jones, un profesor de historia de un instituto de Palo Alto en California, no tuvo respuesta para la pregunta de uno de sus alumnos: ¿Cómo es posible que el pueblo alemán alegue ignorancia a la masacre del pueblo judío? En ese momento Jones decidió hacer un experimento con sus alumnos: instituyó un régimen de extrema disciplina en su clase, restringiéndoles sus libertades y haciéndoles formar en unidad. El nombre de este movimiento fue The Third Wave. Ante el asombro del profesor, los alumnos se entusiamaron hasta tal punto que a los pocos días empezaron a espiarse unos a otros y a acosar a los que no querían unirse a su grupo. Al quinto día Ron Jones se vió obligado a acabar con el experimento antes de que llegara más lejos.

El director alemán Dennis Gansel (Napola) ha trasladado esta experiencia a nuestros días y a su tierra natal: Alemania. Esta vez es el profesor quien hace la pregunta a sus alumnos: ¿Creéis que es imposible que otra dictadura vuelva a implantarse en Alemania? Y comienza el experimento… Presentada en Sundance, "Die Welle" fue nº1 en la taquilla alemana."

Y aquí el trailer:


Pero lo que más me llamó la atención de esta historia fue el hecho de que hubiera pasado realmente, al menos en parte; hasta que no vea la película no se hasta que punto se ha sido fiel al suceso real o sea ha exagerado en pro de la espectacularidad.

El caso es que he encontrado un resumencillo sobre lo que pasó realmente en 1967, contado por el propio profesor Jones y me parece de lo más interesante. Así que lo iré posteando a trozos, porque aunque no es muy largo, no es plan de saturar esto :P

1. Poder a través de la disciplina.
Inicios.

El lunes introduje a mis alumnos de historia de segundo año a una de las experiencias que caracterizaron a la Alemania nazi: la disciplina. Les hablé acerca de la belleza de la disciplina; de cómo se siente un atleta al haber trabajado dura y regularmente para tener éxito en el deporte; de cómo se empeña un bailarín o un pintor para perfeccionar un movimiento; de la tenaz paciencia de un científico en la prosecución de una idea; acerca del poder del deseo; acerca del uso del esfuerzo físico para el logro de habilidades mentales y físicas superiores; acerca del triunfo final. Para experimentar el poder de la disciplina, sugerí (no, exigí) a la clase el ejercicio y uso de una nueva forma de sentarse. Les expliqué cómo una manera correcta de sentarse ayuda a la concentración y fortalece los deseos, Concretamente, les impuse una posición para sentarse que comenzaba por mantener los pies firmes contra el suelo y las manos estiradas, cruzadas en la espalda, a fin de lograr una posición recta de la columna. "Así respiran más fácilmente y están más atentos. ¿No se sienten mejor?". Practicamos una y otra vez esta nueva posición de atención.
Caminé por los pasillos señalando los pequeños defectos y corrigiéndolos. La forma manera de sentarse se transformó en el aspecto más importante del aprendizaje. Di por terminada la clase haciéndoles dejar sus escritorios y luego, abruptamente, haciéndoles regresar a la posición de atención. Rápidamente, la clase aprendió a cambiar de la posición de pie a la de atención, sentándose en quince segundos. Centré la preocupación en que los pies estuvieran paralelos y planos, los tobillos juntos, las rodillas dobladas en un ángulo de noventa grados, las manos estiradas, cruzadas en la espalda, la columna recta, el mentón pegado al pecho y la cara de frente. Hicimos ejercicios sonoros en que la conversación era permitida sólo para demostrar que era una distracción. A los pocos minutos de ejercicios progresivos, el grupo podía cambiar desde una posición de pie, fuera de la sala, a una posición sedente, junto a sus escritorios, sin hacer ruido; la maniobra completa sólo nos tomaba cinco segundos.

Primeros resultados.

Me extrañaba ver la rapidez con que los alumnos adoptaron ese código de comportamiento uniforme. Comencé a preguntarme hasta dónde podían ser llevados. ¿Era esta obediencia un juego momentáneo, al que todos estábamos jugando, o había algo más? ¿Era una necesidad natural el deseo de disciplina y uniformidad, un instinto social que escondíamos tras nuestros restoranes informales o los programas de televisión? Decidí probar la tolerancia del grupo hacia la acción reglamentada. En los últimos veinticinco minutos de la clase, introduje algunas reglas nuevas: los alumnos debían permanecer sentados en la posición de atención hasta el último sonido de la campana. Todos debían tener un papel y lápiz para tomar apuntes. Al formular una pregunta o al responder, debían ponerse de pie junto al escritorio, y la primera palabra debía ser: "Sr. Jones". Tuvimos una breve sesión de "lectura silenciosa". Los alumnos que no se atenían a esas normas eran sancionados y se les hacía repetir las reglas hasta que se convirtieran en un modelo de puntualidad y respeto. La intensidad de la respuesta llegó a ser más importante que el contenido mismo de ella y, para resaltar lo anterior, hice preguntas que debían ser respondidas en tres palabras, o menos. Estimulé a mis alumnos a que hicieran un gran esfuerzo al preguntar o responder algo y también les enseñé a actuar de manera rápida y cortés. Muy pronto comenzaron a surgir preguntas y respuestas. El nivel de compromiso pasó de los pocos que siempre dominaban las discusiones, a todo el grupo. Al mismo tiempo, era extraño el gradual perfeccionamiento en la calidad de las respuestas. Cada uno parecía escuchar más atentamente; eran nuevas personas las que hablaban. Las respuestas comenzaron a ser más largas a medida que los alumnos, por lo general reacios a hablar, se sentían seguros, gracias a su propio esfuerzo. Por mi parte, en este experimento yo sólo me hacía preguntas: ¿Por qué no había pensado antes en esta técnica? Los alumnos se veían interesados en el asunto y repetían cuidadosamente hechos y conceptos. Incluso, parecía que planteaban mejores preguntas y entre ellos se trataban con más consideración, ¿Cómo era posible? Yo estaba creando un ambiente de aprendizaje autoritario y éste, parecía ser muy productivo. Comencé, entonces, a ponderar no sólo hasta dónde podía arrastrar al grupo, sino también hasta qué punto esto iba a cambiar mis creencias básicas acerca del aprendizaje libre y autodirigido. ¿Acaso desaparecería mi fe en Carl Rogers? ¿Hacia dónde me estaba llevando este experimento?


continuará...

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